Lechuzas en mi tejado

Convivir con una familia de lechuzas puede ser una molestia, pero también hay quien sabe ver en ello un privilegio y una oportunidad. Josep Maria Buscà nos cuenta su experiencia con sus nuevos vecinos.

Vivimos en una casa de campo a unos 10 kilómetros de Mataró, Barcelona. Está rodeada de pinos y de encinas y, aunque está muy cerca del pueblo de Òrrius, no hay muchos campos de cultivo. De hecho usamos esta casa solamente de junio a septiembre por lo que en invierno no solemos ir.

Este año, en junio, empezamos a notar ruidos de pisada en el entretecho de la casa y resoplidos como del respirar de una persona desde el patio y no sabíamos a lo que eso obedecía. Creíamos que eran pájaros pero no atinábamos a saber cuáles. Quizás palomas, tórtolas... No sabíamos. Lo cierto es que por la noche nos molestaban bastante estos ruidos y quisimos ponerles fin.

Hasta que un día me atreví a subir al entretecho cuyo acceso es bastante inaccesible desde una trampilla del cuarto de baño del piso superior de la casa. Arrastrándome pude llegar hasta los restos negros de una especie de detritus que no sabia lo que era. Pero no pude ver los pájaros.

Comentando sobre esto con unos amigos naturalistas me indicaron que podía tratarse de lechuzas, aunque no era muy probable por su escasez y por la falta de campos de cultivo en las proximidades. Entonces desde Internet logré conectar con Fauna Ibérica donde encontré la ficha de las lechuzas y la imprimí. Me dispuse a escribir una carta explicándolo todo. Amablemente nos informaron acerca de las lechuzas y de que había tenido suerte que quisieran residir en mi casa. Mi recelo se transformó en curiosidad y luego en interés por ver las aves en cuanto pudiera encontrar un experto y subir a verlas.

Esto ocurrió el viernes 27 de julio. Uno de mis contactos pudo conectar con un ornitólogo quien junto con otros dos mas vinieron a casa a ver las lechuzas. Yo subí al entretecho con el primero y con una luz eléctrica y, arrastrándonos, llegamos donde estaba la pareja de lechuzas. Una intentó escaparse por el agujero de acceso al exterior pero el experto la cogió muy suavemente y yo pude hacerle una serie de fotos con mi máquina digital. Fue una experiencia fabulosa que nunca olvidaré.

No quiso el hombre molestar a la otra lechuza porque se quedó en un rincón atemorizada. La anilló y la dejó de nuevo en su rincón y desaparecimos de allí. Disfrutamos viendo enseguida, toda la familia e invitados, las fotos de la lechuza con la máquina digital conectada a la TV. Convertí las imágenes al formato JPG y las reduje al formato 17x13 para que cupieran en un solo disquete, hice cuatro copias y se las regalé a los expertos al instante. Luego me dispuse a enviar las fotos a Fauna Ibérica para que hiciera el uso adecuado de ellas a la vez que agradeciéndole su interés y amabilidad. Resulta que desde este episodio me he convertido en un amante de las aves y considero un privilegio poder ser el anfitrión de una especie protegida la cual considero ya parte de mi casa.

Josep Maria Buscà

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