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Águila culebrera
Circaetus gallicus

Características

Primer plano de los característicos ojos del águila culebrera
Foto: Javier Sánchez-Rubio Llamas
Primer plano de los característicos ojos del águila culebrera
El águila culebrera alcanza una envergadura alar máxima de 180 cm, aproximadamente lo mismo que la garza real, pero como planeador soberano es de constitución mucho más ligera.

En vuelo llaman la atención sus partes inferiores claras. Las oscuras puntas de las alas se destacan netamente de la cara inferior de las alas, provistas de delicadas hileras de color. Sólo a corta distancia se aprecia el azul pizarra de los pies y del pico.

La gran cabeza, en la que destacan sus grandes ojos amarillos, recuerda algo a las lechuzas.

Hábitat

Águila culebrera en vuelo
Águila culebrera en vuelo
El águila culebrera precisa de campiñas abiertas y soleadas, con árboles diseminados o monte bajo.

En la Europa central medieval, desde el punto de vista agrícola cubierta de pastizales y con los árboles ya talados, el águila culebrera era nativa de toda ella, aunque no se pueda decir que fuera frecuente en ningún lugar concreto. Con la aparición de los abonos químicos, cada vez fueron más las praderas que se surcaron con el arado, desapareciendo esta gran ave de nuestro alrededor, lo mismo que su comida, los reptiles. Las últimas águilas culebreras fueron abatidas hacia finales del siglo XIX para incluirlas en colecciones científicas, o bien sus huevos fueron sustraídos, sin que nadie dijera una palabra en su defensa.

Su área de distribución en dirección sur termina en el norte de África; hacia el este, en cambio, se extiende hasta muy adentradas las estepas asiáticas, bastante más allá de la India.

Las águilas culebreras son aves estrictamente migratorias, que pasan los inviernos en las sabanas próximas al ecuador, donde son nativas otra gran cantidad de especies culebreras. Nos abandona en septiembre y vuelve entre marzo y abril para criar.

Se haya distribuida por toda la Península Ibérica, aunque resulta menos común en el litoral cantábrico y en las extensas llanuras cultivadas de las dos mesetas. Un escaso número de individuos invernan en el sur peninsular.

Reproducción

Los tendidos eléctricos suponen una amenaza también para el águila culebrera
Los tendidos eléctricos suponen una amenaza también para el águila culebrera
En la época de celo el macho hace oír su voz, que suena algo lastimera, en el territorio de su nido y ejecuta repetidos vuelos en picado.

El nido lo suelen disponer en árboles bajos, en regiones sin árboles o sobre los arbustos que crecen en las grietas de las paredes de rocas escarpadas. Lo construyen ellas mismas. Algunas veces se acomodan en uno de otras aves, que suele resultar soprendentemente pequeño para las grandes dimensiones del águila culebrera.

La hembra incuba en mayo y junio, durante aproximadamente 35 a 40 días, un único huevo blanco, cuya longitud supera los 70 mm y, frente a cualquier emergencia, se mantiene casi siempre sobre el nido.

El polluelo permanece entre 60 y 80 días en el nido, siendo abrigado al principio todavía por su madre, mientras el padre procura traer alimento para ambos.

La joven águila, ya en temprana edad, puede devorar serpientes que pesan mucho más que ella. La parte de serpiente no deglutida le cuelga del pico durante largo tiempo, siendo igualmente engullida, una vez que la digestión va progresando.

Los jóvenes son de una tonalidad de color mucho más pálida que los adultos, y presentan una cabeza temporalmente casi blanca.

Dieta

Águila culebrera engullendo una presa
El águila culebrera se alimenta sobre todo de serpientes. Además, según las oportunidades, come lagartos, ranas, aves que viven en el suelo, caracoles o insectos.

Como ave de alimentación especializada, necesita un dilatado territorio de caza que, planeando a gran altura, escudriña en busca de sus víctimas. Una vez ha localizado a una, permanece cernida unos instantes en el aire aleteando.

Las águilas culebreras se atreven con serpientes de hasta dos metros de longitud, a cuyo alrededor bailotean dando aletazos, de tal manera que la serpiente no encuentra refugio posible frente a los picotazos posiblemente mortales del águila. Después, el águila la agarra por la nuca y la lucha llega a su fin. Normalmente, las águilas vencedoras emprenden el vuelo con la serpiente balanceándose pendiente de su pico, para devorarla en la copa de algún árbol. Si la serpiente es pequeña, se la tragan en vuelo.

El macho puede llevar hasta el nido grandes serpientes metidas en el buche, y el polluelo las saca como si tirara de una cuerda.

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