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Oso pardo ibérico
Ursus arctos pyrenaicus

Morfología

Oso pardo ibérico (Ursus arctos pyrenaicus)Las características más definitorias del oso son su espeso y tupido pelaje, su pequeña cola (apenas 7 u 8 cm) y su enorme cabeza, rematada por dos pequeñas orejas redondeadas.

Es el animal terrestre más grande de toda la fauna ibérica. Su cuerpo es extremadamente robusto, siendo los machos mucho más pesados que las hembras, al menos un 25 ó 30% más. Los osos pardos cantábricos o ibéricos son los más pequeños de todo el mundo, pues los machos rara vez sobrepasan los 180 kg y las hembras rondan los 130 ó 140 kg. Los osos tienen unas enormes variaciones de peso a lo largo del año y de un año a otro, dependiendo de la abundancia o escasez de comida.

La altura en la cruz de nuestros osos pardos (desde la base de la pata hasta la cruz, que es el punto más alto del cuerpo y donde se articulan las extremidades anteriores) varía entre 90 cm y 1 m y su longitud total ronda los 2 m (desde la cabeza hasta la cola).

La coloración del pelaje de los osos ibéricos varía desde un crema pálido hasta el pardo oscuro, pero siempre con una peculiar coloración más oscura, casi negra, en las patas y amarillenta en la punta de los pelos. Los ojos y el final de la trufa son negros; son de los pocos detalles que contrastan con su mata de pelo pardo.

El oso pardo es un animal plantígrado, lo que quiere decir que para andar apoya todo su peso sobre las plantas de sus pies, igual que los humanos. Por otra parte, es uno de los pocos animales capaces de ponerse a dos patas, si bien sólo lo hacen en determinadas ocasiones, como son las peleas psor las hembras o cuando se sienten amenazados. Su caminar habitual es a cuatro patas.

Hábitat y distribución

La alimentación del oso pardo depende en gran parte de los frutos y las partes más digeribles de las plantas (brotes y hojas tiernas), por lo que su hábitat ha de ser generoso en frutos de todo tipo y, por otro lado, ha de conservar extensiones bastante amplias para permitir a unos animales tan grandes moverse a gusto, tener lugares tranquilos donde descansar y refugios seguros para encuevarse durante el invierno.

En el pasado los osos poblaban la mayor parte de las serranías españolas y, aunque en muchas de ellas sigue habiendo una abundante cosecha de frutos, la persecución del hombre y la falta de sitios tranquilos han hecho que hoy día el único hábitat viable sean los grandes bosques caducifolios del norte español: la Cordillera Cantábrica y los Pirineos.

Los poco más de 80 osos que quedan en España se encuentran repartidos en tres núcleos poblacionales:

Los últimos osos cantábricos viven en los bosques de hayas de Somiedo, Degaña y Monasterio de Hermo o en las masas de roble y abedul de la reserva de Fuentes Carrionas y el alto Pisuerga en la montaña palentina.

La franja más frecuentada por los osos en España es la situada entre los 1.100 y los 1.400 m, si bien hay hábitats favorables para ellos desde los 500 m en la vertiente norte y a menudo suben hasta prados, pastizales y roquedos a más de 2.000 m.

Alimentación

Sus garras y anatomía general nos revelan la estampa de un carnívoro típico, cuando en realidad los osos son unos devoradores de carne totalmente atípicos. Su dieta es casi enteramente vegetariana y de hecho su dentición se ha ido modificando hasta logar unos molares y premolares con tallas más redondeadas y mayor superficie, mucho más apropiados para una dieta basada en plantas y frutos, y unos incisivos puntiagudos útiles para pastar y cortar tallos y raíces. Sin embargo, en sus mandíbulas conserva la fortaleza suficiente para abatir presas tan grandes como un ciervo o cualquier otro ungulado de gran tamaño.

Casi toda la vida y movimientos del oso vienen determinados por la búsqueda del alimento. Incluso la hibernación se produce por la escasez de alimento propia del invierno en los bosques caducifolios del norte de España. Un oso adulto puede llegar a perder hasta el 40% de su peso durante el invierno. Su alimentación está en un 85% basada en materia vegetal (bellotas, castañas, hayucos, avellanas, bayas, megaforbios, tubérculos, brotes tiernos de gramíneas...), y la completa con carroñas, insectos, miel, setas, aves, huevos y ungulados.

Costumbres

Los pocos osos pardos que viven en libertad en España son muy difíciles de ver. Sin embargo, en algunas ocasiones se acercan a las aldeas asturianas cuando hay cerca panales, prados o sotos con bayas. Si no, lo más habitual es conocer su existencia por las huellas y marcas que van dejando.

Cuando llega la época de celo, los machos empiezan a marcar su territorio en el bosque. A más de metro y medio del suelo muchos árboles muestran señales de arañazos, mordiscos y descortezamiento, que los osos utilizan para avisar a los otros machos de que ese territorio ya tiene dueño. También se frotan contra las cortezas, para dejar su olor impregnado.

Excepto en invierno, los osos suelen dormir en reducidos camastros sobre una pequeña depresión que ellos mismos excavan en el suelo (entre 70 y 100 cm de diámetro) o sobre el mismo suelo. Cubren el hueco con ramillas y hierba. A veces utilizan para dormir las cuevas invernales o los huecos de los árboles.

Para el letargo invernal ocupan cuevas abrigadas, brezales y huecos de viejos robles. En la Cordillera Cantábrica la hibernación se suele dar de enero a marzo, aunque depende de la rigidez del invierno y la disponibilidad de comida. La entrada en la osera viene precedida por unas grandes ingestas de alimento con el consiguiente desarrollo de las acumulaciones de grasa.

Los osos han arrastrado siempre mala fama y sus agresiones han sido casi siempre magnificadas, por lo que su presencia en Europa se ha ido haciendo cada vez más escasa. Lo cierto es que las cargas de osos se producen cuendo se sienten amenazados o cuando creen que sus crías peligran. La mayoría de las veces son espectaculares, pero rara vez culminan su ataque.

Reproducción

Los osos son los vertebrados con las menores tasas de natalidad del mundo. Las hembras alcanzan la madurez sexual a una edad entre 3 años y medio y 5 años. Entre una camada y otra transcurren tres años, y cada camada consta de una a tres crías.

Los osos son solitarios en todas las épocas del año excepto en el período de celo que tiene lugar durante el verano.

Los osos pardos son animales polígamos, que se emparejarán varias veces a lo largo de la temporada. Durante la época de celo, los machos amplían su territorio y se dedican a vagabundear en un intento de localizar y controlar el estado reproductivo de las escasas hembras. En esta época, varios machos pueden llegar a competir por una compañera, enzarzándose en cruentos combates si las pautas de intimidación mostradas previamente no surten efecto entre los oponentes.

Una vez que el macho ha encontrado y conquistado a la osa, se formará una efímera pareja que permanecerá junta por un tiempo, durante el cual ambos consortes sestean juntos, juegan y se pelean amistosamente. Finalmente, se separarán y retomarán su vida solitaria.

La gestación comienza a finales de noviembre o principios de diciembre y dura de 8 a 10 semanas. Las crías nacen en enero y gebrero, durante la hibernación de la madre.

Las crías nacen casi calvas, pesando apenas 500 g, ciegas y sin dientes. Cuando salen al exterior están ya totalmente cubiertas de pelo y muestran un característico collar de pelo blanquecino que desaparece con el tiempo.

A los tres meses y medio dejan de depender exclusivamente de la leche materna, pudiendo recibir otros tipos de alimentos. El destete definitivo se da al año de vida. El desarrollo de los oseznos es rápido y abandonan la osera a finales de la primavera. Estarán con su madre hasta los 18 ó 22 meses de vida, cuando ésta les abandonará. Ellos permanecerán juntos durante más o menos un año.

Problemas de conservación

Antiguo morador de la práctica totalidad de nuestros sistemas montañosos y bosques, poco más de 80 osos sobreviven hoy en España, repartidos entre la Cordillera Cantábrica y los Pirineos. Entre sus amenazas destacan la humanización de su entorno y la desaparición del tapiz vegetal por sobreexplotación, cambios en el uso del territorio y construcción de infraestructuras, junto con los lazos, cepos y escopetas del furtivismo.

Protegida la especie en la segunda mitad del siglo XX, la pérdida de sus hábitats naturales y el furtivismo constituyen las principales amenazas de los últimos osos ibéricos.

La pérdida de espacio vital obliga a numerosas oblaciones de osos a entrar en contacto con el hombre y sus animales domésticos, provocando conflictos que derivan en batidas ilegales y en la colocación de cepos y venenos.

Las alteraciones y pérdidas de hábitat incluyen, sobre todo, deforestación por extracción de madera y apertura de pistas forestales, incendios, conversión de bosques en terrenos agrícolas o ganaderos, minería a cielo abierto, construcción de carreteras, pistas de esquí, embalses, urbanizaciones, etc.

La desaparición de las áreas forestales naturales mina el futuro de la especie. La parcelación de los montes crea barreras artificiales que impiden el libre desplazamiento de las poblaciones de osos, aislándolas entre sí y reduciendo las osibilidades de emparejamiento y reproducción, así como la diversidad genética de las poblaciones (especialmente en los Pirineos y a corto y medio plazo en zonas de la Cordillera Cantábrica), aumentando los problemas derivados de la consanguinidad y dificultando la búsqueda y localización de alimento.

Por otro lado, los incendios forestales destruyen sus ecosistemas vitales y las repoblaciones con especies foráneas empobrecen los suelos, destruyen la vegetación autóctona, alteran los hábitats y son proclives a sufrir incendios.

Además de la pérdida de su hábitat, en los últimos años el oso pardo se ve amenazado por el incremento del turismo verde, cada vez más masivo, así como por el furtivismo. También es víctima de los lazos para jabalíes y los venenos paralobos.

Después de siglos de implacable persecución, la caza del oso fue prohibida de forma temporal en 1952, y de forma definitiva en todas las Reservas Nacionales en 1967. Desde 1973 la especie está protegida y su caza está prohibida en todo el territorio español, pero todavía se capturan como trofeos de manera furtiva.

En nuestro país la especie está catalogada como en peligro de extinción, lo que ha derivado en la aprobación de planes de recuperación en toda su área de dstribución. la Ley de Conservación de la Naturaleza de 1989 exitió la puesta en marcha de una serie de medidas para mejorar su situación. En 1995, el nuevo Código Penal estableció un castigo de hasta dos años de cárcel por matar a un oso, tipificándolo como delito ecológico. En la actualidad, matar a un oso puede ser penado con multas de hasta 50 millones de pesetas.

Las comunidades de Cantabria, Asturias, Castilla y León y Galicia han ido creando y aprobando sus respectivos planes de recuperación para garantizar la conservación de la especie, con medidas de lucha contra el furtivismo, la conservación de los hábitats naturales y la recuperación de los degradados, el aumento de los proyectos de investigación y la mejora de los programas de sensibilización, así como el pago de daños producidos por osos y las compensaciones a las poblaciones que viven en zonas oseras.

Una de las acciones de conservación más efectivas es la plantación de especies frutales en zonas oseras para evitar que los osos se vean obligados a acercarse a áreas humanizadas, donde la posibilidad de ser molestados o cazados por furtivos es mayor. Las campañas de plantación en estas regiones sirven para asegurar y reforzar la alimentación de los osos, sobre todo en primavera y verano.

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